miércoles, 25 de diciembre de 2013

Cuento de navidad – Ray Bradbury

Ray Bradbury by francoclun (Pencil on watercolor paper Fabriano 300 gr hot pressed satinata).


"Hay solo dos cosas con las que uno se puede acostar: una persona y un libro."
Ray Bradbury

Ray Douglas Bradbury (escritor estadounidense, 1920–2012) autor representativo de ciencia ficción, terror y fantasía es el creador del cuento del mes que, por cierto, no tiene una finalidad moralizante pero coincide con la época del año. Pareciera que es el autor predilecto en el blog, pues Crónicas marcianas, Zen en el arte de escribir y otro de sus cuentos, La última noche del mundo (publicado hace unos meses, en el que hubiera sido su cumpleaños número 93) ya forman parte de estos archivos.

Noté que en ninguna de las entradas anteriores mencioné detalles sobre su vida y otras publicaciones, por lo que en esta entrada escribiré una breve biografía del autor.

Bradbury nació el 22 de agosto en Illinois y viajó junto con su familia a diversas ciudades, estableciéndose finalmente en Los Ángeles, en 1934. Posteriormente radicó en California, donde vivió el resto de su vida. Desde temprana edad fue atraído por la literatura como lector y creador. Por impedimentos económicos no pudo asistir a la universidad, por lo que fue vendedor de periódicos durante cuatro años y empezó a formarse en la biblioteca estatal de forma autodidacta, donde escribió sus primeros relatos cortos que empezó a vender a algunas revistas locales (1938) y que ocho años después fueron publicados en una compilación de cuentos titulada Dark Carnival. Sobre esta ideología del aprendizaje autodidacta, tiene una frase genial:

"No puedes aprender a escribir en una universidad.
Es un lugar muy malo para los escritores porque
los profesores siempre piensan que saben más que uno,
y no es cierto. Ellos tienen muchos prejuicios. Digamos: a ellos les gusta
Henry James, pero ¿qué pasa si no quieres escribir como Henry James?
(…) La biblioteca, por otro lado, no tiene límites.
La información está ahí para que la interpretes.
No hay nadie que te diga que pensar,
que te diga si eres bueno o no. Lo descubres por ti mismo."

Se casó en 1947 con Marguerite McClure, quien trabajaba en la librería a la que Bradbury acostumbraba ir en el centro de Los Ángeles y tuvieron cuatro hijas. Bradbury se dedicó a escribir a tiempo completo entonces y con la publicación de su primer novela, Crónicas Marcianas, logró posicionarse dentro del anhelado mundo literario. Estuvieron casados hasta la muerte de ella, en 2003. 

Su producción fue muy basta e incluye novela -más de 30, entre las más conocidas están Crónicas marcianas (1950) y Farenheit 451 (1953)-, guiones para televisión y cine, ensayo, poema y por supuesto cuento (más de 600, de los que pueden leer algunos considerados como los mejores en este sitio). Varias de sus obras han sido adaptadas en películas, cómics y series.

Escuchar la historia de su propia voz sobre cómo se convirtió en escritor junto con otros recuerdos, consejos y sugerencias es simplemente fascinante, en este video podrán conocer al autor de una forma directa e inusual.

Bradbury recibió un homenaje en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara en 2009, aquí pueden encontrar algunas transcripciones de la charla virtual que tuvo con los asistentes. Como dato final y extra, también en honor al escritor llamaron (9766) Bradbury a un asteroide descubierto en 1992.

En referencia a la historia, Cuento de navidad es un relato futurista que demuestra que el verdadero espíritu “navideño” va más allá del acostumbrado consumismo en el que vivimos y que la capacidad de demostrar afecto a nuestros seres queridos no se basa únicamente en lo material; representa también toda la belleza natural que rodea al mundo en que vivimos y lo sorprendente y hermoso que resulta prestar atención a los detalles que usualmente ignoramos.

Cuento de navidad

El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana los obligaron a dejar el regalo porque excedía el peso máximo por pocas onzas, al igual que el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando estos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.
-¿Qué haremos?

-Nada, ¿qué podemos hacer?

-¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!

La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.

-Ya se me ocurrirá algo -dijo el padre.

-¿Qué...? -preguntó el niño.

El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:

-Quiero mirar por el ojo de buey.

-Todavía no -dijo el padre-. Más tarde.

-Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.

-Espera un poco -dijo el padre.

El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.

-Hijo mío -dijo-, dentro de medía hora será Navidad.

-Oh -dijo la madre, consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.

-Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron.

-Sí, sí. todo eso y mucho más -dijo el padre.

-Pero... -empezó a decir la madre.

-Sí -dijo el padre-. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.

Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.

-Ya es casi la hora.

-¿Me prestas tu reloj? -preguntó el niño.

El padre le prestó su reloj. El niño lo sostuvo entre los dedos mientras el resto de la hora se extinguía en el fuego, el silencio y el imperceptible movimiento del cohete.

-¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?

-Ven, vamos a verlo -dijo el padre, y tomó al niño de la mano.

Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.

-No entiendo.

-Ya lo entenderás -dijo el padre-. Hemos llegado.

Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.

-Entra, hijo.

-Está oscuro.

-No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.

Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. El niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.

-Feliz Navidad, hijo -dijo el padre.



Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.


Las Pléyades, en la constelación de Tauro, es un cúmulo abierto
 formado por unas 3000 estrellas ubicado a unos 400 años luz (120 parsecs) de la Tierra.
 También se le conoce como "Las siete hermanas", "Las siete cabritillas" o
 con los términos astronómicos NGC 1432/35 y M45. 
Tomada el 1 de junio de 2004 por NASA, ESA, AURA/Caltech, Palomar Observatory.

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