martes, 29 de octubre de 2013

Cuentos sin visado - Antología cubano-mexicana





Reseña personal: Cuentos sin visado (Editorial Lectorum, 2002), es una antología de cuento que congrega a siete autores cubanos con siete autores mexicanos. Los prólogos y la selección de los autores estuvo a cargo de escritores de dichos países y que también se encuentran dentro de la antología. Para Cuba, Rogelio Riverón (escritor, editor y periodista cubano, 1964) seleccionó seis escritores de su país, nacidos entre 1950 y 1972 y de los que afirma:

Esta muestra, conformada para lograr todos los efectos estética y éticamente posibles de acuerdo con un preciso criterio editorial, pudo haber sido diferente, aunque sin lugar a dudas los autores que engloba se encuentran entre los más prestigiados por publicaciones, premios y, en fin, por una vitalidad que es música antes que ruido.”

Él mismo puede corroborar lo anterior, pues ha sido antologado en numerosas ocasiones en su país y entre los diversos premios que ha recibido, los dos más recientes son el Premio Julio Cortázar de cuento 2007, con Los gatos de Estambul, y el Premio de novela Ítalo Calvino 2008, con Bailar contigo el último cuplé.

En cuanto a México, el responsable de la selección fue Mauricio Carrera (escritor y periodista mexicano, 1959) cuenta con numerosas obras publicadas, tanto de narrativa como de ensayo, y es en éste último género en el que obtuvo el premio INBA Malcolm Lowry de ensayo literario 2011, con Un rayo en la oscuridad. Jack London en México. Ha recibido diversas becas y premios, principalmente por sus cuentos. Seleccionó escritores mexicanos nacidos entre 1959 y 1969, bajo el siguiente criterio:

En esta antología se reúnen siete escritores representativos de esta generación del umbral. Ahorremos las justificaciones que cada antologador repite hasta el cansancio, en términos de la arbitrariedad y límites de lo seleccionado. Baste decir que se ha privilegiado a autores que practican el cuento con exclusividad, o, si no es el caso, con entusiasmo igual al de sus incursiones en la novela. Son una muestra del quehacer cuentístico mexicano y por supuesto no agotan la riqueza y diversidad de la ya no tan joven narrativa actual.”

Menciona, como trabajo pendiente para otra antología de cuento mexicano, a autores como Luis Humberto Crosthwaite (a quien le realicé una entrevista hace tiempo, que pueden leer por aquí), Fabio Morábito, o Alberto Chimal, quien elabora un trabajo literario magnífico en muchos aspectos, tanto con su propia obra como en la difusión de muchos otros autores, nacionales y extranjeros, además de tener diversos talleres literarios, entre los que destacan el taller que impartió sobre Carlos Fuentes, en la Biblioteca Vasconcelos (ciudad de México) y el taller de creación literaria que imparte todos los jueves y al que tuve el placer de asistir en una ocasión, como invitada. Tengo pendiente leer su última novela, La torre y el jardín, finalista del Premio de novela Rómulo Gallegos 2013. Personalmente, conozco su trabajo de minificción y me fascina, por lo que próximamente reseñaré Grey (2006), uno de sus libros de minificción.

La historia de cómo encontré este libro es algo curiosa, pues pasando por una de las varias librerías de viejo de la zona de Coyoacán, entré en una a observar. Claro que, para un amante de los libros, resulta imposible sólo mirar en una librería, así que lo inevitable sucedió: me dirigí a la zona de cuento y encontré algunas antologías, pero elegí esta porque dentro de los autores mexicanos se encuentra Ana Clavel, autora que conocí en un congreso de literatura, pues un ponente la nombró al hacer referencia a su novela Las violetas son flores del deseo, que desde entonces anhelo leer. Clavel recibió, precisamente el 16 de octubre, el Premio de Novela Elena Poniatowska 2013 por su obra Las ninfas a veces sonríen, así que habrá que empezar a leerla ya. Volviendo a la historia, sin ver más libros me dirigí a pagar una módica cantidad por mi ejemplar y lo leí un par de días después, relegando a todos los demás libros que ya tienen años esperando por ser leídos.

Todos los cuentos están sumergidos en el folclore de sus respectivos países, son letras arraigadas en costumbres y el lenguaje de su tierra natal, en formas y acciones particulares que dejan entrever historias que marcan la memoria. Una particularidad de varios de los cuentos cubanos es un realismo sucio presente a lo largo de las historias, realidades adversas fungiendo como ficción infortunada.

Son cinco los cuentos más sobresalientes de esta antología, según mi gusto particular, claro. Cinco cuentos como explosivos y por los que entendí que debía leer este libro. De Cuba son Vincent van Lezama, de Rogelio Riverón, El viejo, el asesino y yo, de Ena Lucía Portela (1972), cuento que subiré en la siguiente entrada. De México son Detective, de Mauricio Montiel Figueiras (1968), El imaginador, de Ana García Bergua (1960) y De Fornicare Angelorum, de Guillermo Vega Zaragoza (1967).

Vincent van Lezama de Rogelio Riverón, es el retrato de un escritor publicado una vez y que persigue la censura, pues para el protagonista “Prohibir una obra es en realidad una forma expedita de hacerle propaganda...” pero paradojicamente, no tiene aún la obra publicable... y menos censurable. Tiene un pupilo joven que aún está en la edad de leer sin prejuicios y es precisamente quien escribe una obra que, a los ojos del maestro, según las características que le ha dado, sería apto para la censura. Al maestro, por lo tanto, se le ocurre un plan que lo llevará a perdurar en la memoria del arte. Tras un evento predecible, logra obtener el objeto deseado, a pesar de haber terminado con dos de sus relaciones más cercanas.

En El viejo, el asesino y yo de Ena Lucía Portela, una joven escritora narra su idilio con una mujer y un escritor mayores, y el escritor a su vez está relacionado con un mozo. Todos están entrelazados por una atracción física e intelectual pero también por un rechazo evidente, que probablemente muestren para evitar levantar sospechas en los demás. La protagonista relata parte de la vida literaria e intelectual de su ciudad y lo pretencioso que pueden resultar la mayoría de los personajes que la integran, como en realidad sucede. Tiene también un miedo por la muerte que más allá de ser temor, es una eterna sospecha sobre quién la matará. Finalmente lo descubre, pocos segundos antes de partir para siempre.

Detective de Mauricio Montiel Figueiras es un caso que se ha convertido en un relato escrito: todo caso es un relato que aguarda por ser escrito. Es un caso donde se especifican las características de la mayoría de los sucesos de asesinatos. Es un guión que describe y disecciona cada parte del crimen que se ha de analizar, un crimen con carácter mundial, como todos los que ocurren a diario y los que están por venir, los que han sido olvidados y los que se perpetran en este mismo instante. Porque siempre habrá un cadáver y por lo tanto un asesino y un detective. Pero el personaje que nos ocupa, el personaje principal, será esa figura misteriosa que en su vida privada pierde todo misterio, como todos. El detective como un ser indescifrable que crea teorías en lo más profundo de su mente, al pensar como el asesino.

A pesar de ser uno de los cuentos más cortos, El imaginador de Ana García Bergua es una maravilla de cuento. La autora relata historias desde el imaginario de la protagonista, que se encuentra atrapada en una lluvia torrencial, y que pronto logrará saber si sus predicciones de ficción fueron acertadas o no. El agua sube cada vez más, y termina a bordo de un barco-edificio que probablemente se dirige a cierta ciudad de la República Mexicana, donde navegar en multifamiliares es lo más usual en tiempo de lluvias.

Guillermo Vega Zaragoza describe en De Fornicare Angelorum un detallado manual para poder tener relaciones sexuales con ángeles. Todo está muy bien explicado y cualquier duda que tengan será esclarecida de la manera más pormenorizada posible, así que no lo duden, podrían conseguirlo, finalmente.

Una única observación para el editor es que hubiera seleccionado un tamaño de fuente más grande, pues resulta un poco pesado leer con letra tan pequeña.

Ahora que releo todo, esta entrada también se pudo haber titulado “De autores, obras y premios”. Para finalizar, transcribo algunas de las mejores frases del libro, encontradas en diversos cuentos de ambos países.

A veces, sentados sobre sillas de lona que se clavaban en la arena pedregosa, veíamos un pajarraco de faz hirsuta dialogar con los peces de la orilla, como si quisiera convencerlos de la necesidad de morir, lamentando en ellos la tentación de la existencia.” Alberto Garrandés en Mar de invierno, P. 27

... el triunfo de sus libros le otorga otro tipo de vida, una tregua mayor en ese barranco que es el olvido.” Rogelio Riverón en Vincent van Lezama, P. 48

Se conformaría, para ser exacto, con acechar a los clásicos,no a los omnipresentes, sino tan sólo a los de su país. Añora una obra que les dé el alerta,una novela de inapresables vertigios, operática, con palabras como claves para los infidentes.” Íbidem, P. 50

El que escribe puede ser demagógico, el que es escrito no.” Íbidem, P. 55

Nadie como él para instalarse en el pasado: justo donde no puedo alcanzarlo, donde él puede reinar y yo no existo.” Ena Lucía Portela en El viejo, el asesino y yo, P. 67

Habla de los epitafios que ha visto y planea el suyo.” Íbidem, P. 69
Sé que un día me van a asesinar y a veces me pregunto quién, cuál el último rostro que me será dado ver.” Íbidem, P. 72

Quizás el deseo pone en entredicho las identidades.” Íbidem, P. 74

“A mí, por ejemplo, ni siquiera hay que decirme que después de la segunda botella me pongo insoportable: da lo mismo y, además, lo cierto es que no necesito alcohol para ponerme insoportable en cualquier momento: es mi oficio.” Íbidem, P. 74

“... los asesinos, ya se sabe, no tienen necesariamente que tener miradas de asesinos. Muchos ni siquiera saben que lo serán, que ya lo son. Al igual que la víctima, se enteran a última hora. Cuando las emociones se precipitan y se escurren entre los dedos.” Íbidem, P. 75

“... en lo absurdo también debería quedar un rincón para la coherencia.” Íbidem.

“Un escritor no quiere ser descrito tan sólo como el objeto del deseo (admiración, ambición) de otro escritor. Un deseo furioso puede llegar a ser anulador (Katherine Anne: la deplorable mujercita que rechazó a Carson), un escritor aspira a existir por sí mismo.” Íbidem, P. 76

“Quizás piensa todavía en el muerto, un muerto que le sirve para descalificar al resto de la humanidad conocida y por conocer.” Íbidem, P. 78

“Ellos, pienso, deben estar acostumbrados el uno al otro... con sus necesarios, vitales, imprescindibles conflictos; eso se les ve.” Íbidem, P. 81

“Pero la edad no constituye ninguna garantía acerca de quién va a morir primero. Lo inesperado acecha y nos hace mortales de repente, nunca lo olvido.” Íbidem, P. 83

“... para los lectores sensibles y cultos -como lo diría Julius en El umbral- lo sobrenatural no podría creerse si no está “revestido con suntuosidad y con arte”. Prólogo de Mauricio Carrera, P. 96

“... no es mera vulgaridad o falta de cultura lo que orilla la gente a comprar publicaciones repugnantes llenas de imágenes de difuntos y mutilados, es la necesidad de una catarsis brutal para contrarrestar lo artificial de la vida.” Mario González Suárez en Crónica desde un cuarto oscuro o Cómo dejar el tabaco, P. 114

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