martes, 11 de junio de 2013

Origami para un día de lluvia – Manuel Ulacia

Fotografía por Lourdes Almeida



Reseña personal: Origami para un día de lluvia de Manuel Ulacia (escritor español exiliado en México, 1956-2001), es su obra más conocida, publicada en 1990. Es un poema de aproximadamente 42 páginas y por la extensión me recuerda a Altazor, de Huidobro, que en algún momento tendremos por aquí. No suelo leer poesía, generalmente leo narrativa y mi preferido es el cuento. La singularidad de este poema fue que llegó a mí en el momento preciso en que yo también comenzaba a crear mis origamis de particulares y pesarosos recuerdos.

En cuanto al autor, Ulacia llegó a México después de que inició la Guerra Civil y fue gran amigo de Octavio Paz. Escribió poesía y ensayo, fue Licenciado en Arquitectura y Doctor en Letras Hispánicas por la Universidad de Yale, cuando falleció, era profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. A su muerte aún la cubre una nube de misterio, pues no se sabe si fue un accidente, suicidio o asesinato: en un viaje de placer a las playas de Ixtapa con un matrimonio amigo, después de un extraño suceso sólo la pareja salió con vida. El cuerpo de Ulacia fue encontrado después.

Origami toca el complicado tema de las relaciones interpersonales de manera autobiográfica, la más sincera (y quizá única) que existe para este propósito, recordando a los demás “entre ausencias aún presentes, que dejaron el mundo en una primavera helada”. Construye un mundo imaginario de recuerdos a través del papel en el presente. Recuerda viejos dobleces que son los únicos que pueden guardar el pasado, juega con diferentes figuras que tienen fechas e inscripciones diferentes, en orden cronológico. Saca del baúl hecho de reminiscencias de su infancia pequeñas y delicadas figuras de origami encargadas de hilvanar su historia amarga hasta ese día de lluvia en el que decide rememorar.

La construcción del pasado y la analogía de ubicar los recuerdos mediante figuras de origami son una idea demasiado detallada y que inunda a los actos mismos de afligidos recuerdos que se tienden sobre un terciopelo de tristeza. La lluvia, siempre presente en el estribillo reiterado, deja el sentimiento de melancolía impregnado en la atmósfera del poema, como un eterno llanto que acompaña a Ulacia por las pérdidas que ha de sufrir en dualidad con las alegrías o gozos que recordará con nostalgia.

Placer y sufrimiento se encuentran en la vida del ser humano como una dualidad inalienable. La vida está llena de encuentros furtivos o duraderos, de relaciones que marcarán nuestra vida de diversas maneras y que conformaran nuestra personalidad, marcas que harán dobleces en nuestras hojas lisas, creando con cada uno de ellos una figura de lo más simple hasta lo más fantástica, con dobleces tenues, suaves, o marcados hasta el tuétano: estamos formados por lo que hemos vivido.

Se podría llegar a pensar que las relaciones interpersonales donde se involucran sentimientos intensos negativos e insanos (que generalmente tienen un final inminente) no tienen una razón muy lógica. Pero quizá, en realidad la razón de que todo esto tenga siempre un fin es poder tener la esperanza de un nuevo comienzo, que sin lugar a dudas, en un principio traerá satisfacción, pero la forma en la que suceda el desenlace será siempre algo ignorado, existiendo siempre la fatal predisposición a la ruptura.

Cada vez se hace más difícil encontrar a una persona con la cual podamos estar un tiempo prolongado de nuestra existencia, cada vez somos seres más complejos que se individualizan, que inconscientemente nos apartamos de la realidad y creamos barreras invisibles contra los demás. Cada vez nos es más difícil olvidar el pasado y amar a otro abiertamente, cada vez son más los prejuicios, los miedos, los traumas.


Ulacia nos muestra su fauna mental de origamis desdoblándonos el misterioso secreto de cada figura mediante su relación con el pasado, extendiendo cada dobles para dejar expuesto a la vista y a los sentimientos el enigma y desconsuelo que encierran cada una de ellas. Configuración de un amor con todos sus diversos significados pero con una misma intensidad inaudita, saber al objeto del deseo no propio, sino ajeno. El dolor, la incertidumbre. Y las preguntas eternas con las respuestas perdidas entre la paranoia, las alucinaciones, las divagaciones.

2 comentarios:

  1. Hola muy interesante tu rezeña del poema de Ulacia. Solo para precisar un dato: el poeta no perteneció a la generación del 27, recordemos que el nació en el año 56. El que si fue parte de esa generación de poetas fue el abuelo de Ulacia, el poeta Manuel Altolaguirre. Saludos

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    1. Muchas gracias por tu comentario y por el dato, tienes toda la razón, ya lo corregí.

      ¡Saludos!

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